"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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25-04-2010 |
Editorial de Revista Estudios
Análisis del Partido Comunista de Uruguay
"Los uruguayos no necesitamos inventar de urgencia un modo para profundizar la democracia y avanzar hacia el socialismo"
Editorial de Revista Estudios
El ánimo popular generalizado, que nos incluye, es en estos días, de festejo. Mucho hay para festejar por la puesta en marcha del segundo gobierno del Frente Amplio de Uruguay con todas las posibilidades que connota para mantener y mejorar las condiciones de vida del pueblo trabajador. También las enormes posibilidades que abre de continuidad y ruptura. Hablamos de ruptura no en un acto sino en miles, algunos «sine qua non», determinantes de todo el proceso, y otros coadyuvan a su consolidación.
Pese a confusos comentarios de variopintos orígenes, sabemos, por constatación práctica permanente y no por revelación, que la teoría sobre cómo se construye un «mundo mejor», no cambia todos los días. La esencia del sistema imperante se mantiene radicada en el antagonismo inconciliable entre la producción social y la apropiación privada, en el robo del trabajo. Los hechos demuestran la inviabilidad de una perspectiva humanista en cuanto mantenga esa esencia antagónicamente contradictoria. Por tanto, toda teoría que aspire a aportar a la construcción de un «mundo mejor», debe orientarse a la superación histórica de tal contradicción; a la recuperación del trabajo para los humanos todos -en cuanto a él se apliquen- sin veleidades de conciliar lo inconciliable. Los recientes y dolorosos resultados electorales del pueblo chileno reafirman una vez más a qué gobiernos conducen los equilibrismos que proponen superar las necesidades postergadas de la mayoría sin afectar los intereses de las roscas minoritarias.
Algunos buscan «modelos», países que construyen socialismo, caminos diferentes, o países cuyo capitalismo no es «tan salvaje»; pero la copia e imposición de experiencias resultará siempre en desastre por desarraigo respecto de la realidad y del pueblo que también la constituye. Las formas, modos y caminos para el avance no se concilian con esquemas y el intento de imponerlos cobra precios inadmisibles en tragedia humana. Los uruguayos no necesitamos inventar de urgencia un modo para profundizar la democracia y avanzar hacia el socialismo. Ese modo peculiar lleva décadas de desarrollo y entre otras consecuencias ostensibles está la llegada del Frente Amplio al gobierno y su permanencia en él. En esta nuestra parte del planeta se viene ratificando que la acumulación de protagonistas conscientes y organizados, en tanto constituye espacios y modos de acción, es determinante de la capacidad transformadora de la realidad en el sentido necesario para la humanidad trabajadora. La construcción de las fuerzas sociales de la revolución lleva muchos años, y ese proceso se ha dado y se da en medio de la polémica como parte integrante de esa construcción. Tan profunda la polémica y tan «tozudos los hechos» que notables negadores de la «teoría de la revolución uruguaya» y experimentadores esquemáticos de tránsitos equivocados, son hoy honestos defensores -discursivos e incluso prácticos- de la tesis teórica que no ha cambiado: «acumulación de fuerzas». Para seguir avanzando hay algunos requisitos imprescindibles. Se requiere la clara presencia, en toda propuesta, de la intención comprometida del objetivo final que garantice la posibilidad de ser autocríticos y de modificar rumbos cuando es necesario en relación con ese objetivo. Las tareas concretas sobre los sucesos puntuales están remitidas inexorablemente a las definiciones estratégicas y a la inversa. Esto es: habrá de confrontarse siempre cada medida en los diversos y precisos ámbitos, con su correlato en el mediano y largo plazo.
Avanzar en democracia hacia el socialismo supone la permanente construcción de una nueva hegemonía, sintetizadora de la administración conquistada, hacia el efectivo dominio que surge de la puesta en práctica, con respaldo de pueblo organizado, del programa popular democrático avanzado elaborado a lo largo de años por la fuerza política en el gobierno. No somos conspiradores que tratan de conducir gentes por un buen camino «revelado» sin idea de hacia dónde y de qué modo. De ahí que es preciso conocer la realidad toda, algo siempre imposible pero también obligatorio en su intento. Consecuentemente, es preciso elaborar respecto de la realidad conocida, actuar en toda ella de forma permanente y coherente. Es una actividad vedada a individuos y sólo posible en tanto se la conciba como trabajo en acción colectiva y voluntaria que transforma esa realidad y la convierte en otra que la supera. Por exigencias metodológicas inexorables todo nuestro análisis se realiza considerando la contradicción principal: país productivo, con justicia social para construirlo, y como consecuencia, profundización democrática, o más dependencia. Parte de la contradicción mencionada, se dilucida en la prevista pero aún no diseñada reforma del Estado. Un Estado construido como instrumento de dominación y que sigue siéndolo con igual signo de clase, a menos que quienes hemos conquistado su administración a través del gobierno la utilicemos para disputar también el dominio en su estructura y funcionamiento. No se trata, solamente, de modificar la gestión del aparato estatal ante la ciudadanía y con ella; se trata de construir los modos en que el pueblo se haga con el control cada vez más directo y pleno del Estado. Tal disputa requiere la acción desde la administración y simultánea y coordinadamente, la del pueblo organizado social y políticamente, el cual colocó esta administración en su puesto.
El Estado puede y debe ser utilizado para impulsar la producción nacional y la justicia social. Así lo señala inequívocamente el programa de la fuerza política de gobierno. Será democratizador de suyo en tanto los productores reales y directos de bienes y servicios participen activamente en la organización de la producción y su control. Será democratizador en tanto obtenga, distribuya e invierta sus recursos en función de intereses populares que el programa determina. Por el contrario, arriesgará retrocesos graves si juega al equilibrismo macroeconómico que recetan los organismos financieros internacionales, abocados a paliar la crisis capitalista planetaria en favor de los centros imperialistas y a costa de los pueblos. Particularmente la redistribución de la riqueza debe ser entendida como lo mandata el programa del Frente Amplio. Redistribución en la sociedad, acortando los márgenes de la ganancia desde la explotación del trabajo ajeno, elevando los ingresos de los trabajadores no como dádiva sino como consecuencia de modificar progresivamente las formas de propiedad y de producción. Construir el país productivo con justicia social y profundización democrática exige no sólo el análisis de las expresiones concretas que requieren transformación para lograrlo, sino las tareas específicas sobre ellas. Se trata de cómo alcanzamos una producción alimentaria que cubra las necesidades del mercado interno a precios accesibles; cómo aprovechamos las riquezas agropecuarias a través de una gestión estatal que integre a productores pequeños y medianos, trabajadores, Universidad, y asegure procesos exportadores que generen divisas a volcar en el aparato productivo. Cómo promovemos unidades cooperativas, redimensionamos el Instituto de Colonización y abatimos la extranjerización de la tierra. Y asimismo, en cuanto a las riquezas ictícolas, cómo aseguramos su aprovechamiento a través de la flota pesquera nacional con tripulación uruguaya. Se trata de cómo avanzamos en el desarrollo energético preservando la independencia y al mismo tiempo el medio ambiente; cómo regulamos las inversiones de capitales con las contrapartidas que determinen las mayores seguridades para el pueblo trabajador y su vida digna. Y cómo nos integramos en el continente con el mismo sentido, hermanando la lucha solidaria de los pueblos y los gobiernos que a ellos responden.
El compañero Presidente propuso atender la educación como una prioridad esencial. En ese campo también se expresa la contradicción principal y sus modos de desarrollo aportan a dilucidarla. Porque o bien es educación crítica, científica y politécnica para el país productivo o bien será acrítica y disciplinadora para la dependencia. Y ello se juega también por el incremento permanente del papel directo que el pueblo constructor y destinatario de la educación pública tenga en su orientación y conducción. No fueron en vano los pronunciamientos del Congreso Julio Castro de la Educación, el Congreso del Pueblo, el Congreso del PIT CNT, que vieron en la preservación de la autonomía y el cogobierno, por históricas y permanentes reivindicaciones, no meras consignas sino una necesidad para las transformaciones educativas que como prioridad esencial se recogen en el discurso presidencial. La educación no determina los cambios estructurales, pero es imprescindible su imbricación con una sociedad que respete los derechos humanos, mantenga su memoria para construir presente y futuro y lo haga sobre la base del conocimiento, con protagonismo firme de todos sus involucrados, que no son sólo los docentes y funcionarios sino también los trabajadores de todas las ramas públicas y privadas, y sus hijos. El conocimiento científico aproxima a la verdad. Destacamos la importancia de los avances evidentemente posibles en el logro de la verdad y de la justicia referidos a la dictadura fascista, su preparación y su encuadre en las operaciones imperialistas.
Gobierno y pueblo mantienen el compromiso y lo demandan, no sólo el programa del Frente Amplio sino el pronunciamiento popular, aunque por escaso margen aún no se haya logrado la anulación de la ley de impunidad. El programa democrático avanzado del Frente Amplio sólo puede seguirse aplicando, particularmente en sus tópicos más progresistas y populares, si se hace con el respaldo y control de un movimiento popular en ampliación numérica y cualitativa. Ello incluye al propio Frente Amplio y su estructura. Es tarea central del momento revertir la peligrosa tendencia a su desmantelamiento orgánico, atendiendo a que éste se viene provocando con sistematicidad digna de mejor causa. Al respecto, las organizaciones y su nutrido funcionamiento constituyen una necesidad histórica reafirmada en las actuales circunstancias. La tecnología que proporciona formas de comunicación masiva ultrarrápida, es una indudable arma a conquistar por parte de las organizaciones populares. No obstante es evidente que por ahora su pleno dominio está en manos de los enemigos de la pública felicidad. El instrumento fundamental para la concreción de nuestro programa sigue siendo la estructura frenteamplista, los comités de base llegando al pueblo como parte de él, en cada lugar, ejerciendo movilizados la más amplia participación democrática. Vivimos un presente de festejo, memoria y expectativas del pueblo trabajador. Seguimos en campaña electoral por cada rincón del país hacia la conquista de Intendencias y Municipios. Es un presente augural que mueve al emocionado homenaje a los constructores históricos, a las decenas de miles de «anónimos». Ningún descuidado olvido nos está permitido en la perspectiva del poder popular. Por el contrario, el fervor y el alerta son nuestro compromiso con la verdad, la justicia, el protagonismo popular en la profundización democrática hacia una democracia avanzada. Y por supuesto, sólo así podemos decir que vamos rumbo al socialismo.
Fuente: Editorial de Revista Estudios 124 del Partido Comunista de Uruguay.
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